Cuándo nuestros hijos llegan a la edad de 4 o 5 años y no tienen ningún hermano, es posible que nos pidan un hermanito, pero cuando lo tienen… ¡comienza la guerra entre ambos! Ante las habituales peleas entre hermanos, una actuación adecuada por nuestra parte facilitará y mejorará la relación entre ellos.
¿Qué hacer para evitar las discusiones entre hermanos?
-Facilitar un ambiente donde esté presente la interacción positiva: evitar las discusiones delante de nuestros hijos, hablar con corrección, no insultar, no herir a los demás, etc. Los padres somos modelos a imitar por nuestros hijos.
-Enseñar a nuestros hijos a expresar sus sentimientos (aunque sean de enfado y rabia) sin discutir ni pelear. ¿Cómo?
-Cuando estemos enfadados, se lo debemos decir adecuadamente: Estoy muy enfadado porque no me gusta que me falten al respeto, voy a calmarme y luego hablamos.
-Cuando nuestro hijo se enfade, le diremos: Sé que sientes mucha rabia, pero debes calmarte respirando profundamente y contando hasta 10 (o bien puedes dar patadas a una pelota o puñetazos a una almohada). Cuando te hayas relajado, me explicas por qué estás tan enfadado.
-Dedicar un tiempo especial a la semana a cada uno de nuestros hijos. Que ellos sepan qué momento les pertenece a cada uno.
-Leerles cuentos donde se trate la relación entre hermanos.
-Enseñarles formas de compartir y pedir adecuadamente las cosas. A los más pequeños (hasta los diez años aproximadamente) les podemos asignar media hora al día para que la dediquen a prestarse los juguetes mútuamente.
-No “etiquetarlos” (“el contestón”, “el cariñoso”, “el comilón“).
-Evitar hacer comparaciones entre ellos.
-Fomentar que jueguen juntos a actividades no competitivas: explicarse cuentos mútuamente, dibujar, cantar, etc.
-Prestarles atención y alabarlos cuando jueguen juntos sin discutir: “Me hacéis muy feliz porque jugáis juntos sin pelear”.
¿Qué hacer cuando la pelea ya ha comenzado?
-A los niños más pequeños (hasta los 5 años aproximadamente), cuando veamos que van a comenzar a discutir, es fácil redirigir su atención distrayéndolos con otra actividad, como enseñándoles algo de la televisión, proponiéndoles una actividad diferente de la que estaban realizando, contándoles un cuento, etc.
-No hacer de árbitro y mantenernos al margen. Evitar comentarios como: “¿Quién ha empezado?” o “No insultes a tu hermana”.
-Decirles explícitamente que confías en que ellos lo resuelvan por si solos: “no es necesario que intervenga, estoy segura que vosotros solos podéis solucionar este conflicto”.
-Cuando nuestros hijos son mayores y se trata de una discusión sin agresividad física, no hacerles caso, salir de la habitación y vigilar que no lleguen a agredirse. Avisarlos de antemano diciéndoles: “Vuestras discusiones son problema vuestro. Cuando comencéis a discutir, os dejaré solos para que resolváis vuestro conflicto”.
-Separar a nuestros hijos cuando la discusión suponga un daño físico. Lo único que debemos indicarles es que se vayan a sus respectivas habitaciones (o a dos cuartos diferentes), hasta que se tranquilicen y se les haya ocurrido una alternativa a su conflicto. Luego deben resolverlo por su cuenta.
-Tener paciencia y ser constante. Si al principio empeora la situación, no te preocupes, es normal. Sigue aplicando lo que has aprendido y verás como al cabo de poco tiempo los resultados serán evidentes.
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